Vidal de la Madrid Álvarez, en su estudio sobre arquitectura barroca civil en Asturias, lo describe así:

«La estructura esencial reitera la disposición de las crujías de habitación en torno a un patio porticado de planta cuadrangular. En este caso, la disposición entre medianeras solo permitió la elaboración de una fachada, pero en la parte posterior se dispuso un amplio jardín, orientado a mediodía, que inauguró la serie de parques privados que acompañaron desde entonces a las residencias nobiliarias urbanas. A su vez, el patio interior transmite un indudable sentido monumental, gracias a las grandes columnas de orden toscano que lo componen.

La propuesta de Gregorio de la Roza para este palacio resulta novedosa por varios motivos. En primer lugar se trata de uno de los primeros edificios civiles cuya fachada se adorna con columnas, un recurso reservado hasta poco antes para la arquitectura religiosa que ya había comenzado a emplearse en las viviendas señoriales de la región. Además, su estructura ha prescindido por completo de las torres, lo cual le proporciona un diseño más integrado en la ciudad y alejado de los recuerdos defensivos que caracterizaron estas construcciones durante la mayor parte del siglo XVII. Por último, la concepción de la portada marca el paso hacia las formas barrocas y abandona parcialmente las rigideces post-herrerianas. Los elementos que configuran la calle central son clasicistas pero su combinación tiene un sentido más arbitrario. No obstante, la fachada evita el movimiento en planta, los recursos ornamentales son escasos y carecen de volumen y se mantiene la ordenación de los vanos, aunque su ritmo aumente hacia la calle central, todo lo cual nos habla de una etapa inicial en los planteamientos barrocos.»